A veces, los comienzos más bonitos no se planean.
Y así fue con Rosagitana: una coincidencia, un presentimiento y una intuición que simplemente no se equivocó.
Hace casi doce años estaba en un viaje con mi familia.
Entre pláticas, maletas y risas, mi mamá conoció a una señora en el avión que la invitó a un show de joyería.
Yo traté de contactarla después, pero no la encontraba por ningún lado.
Hasta que, dos días antes de regresar a Monterrey, nos la topamos en el pasillo del hotel.
Y ese encuentro —tan casual y tan exacto— me cambió la vida.
Entré al show sin imaginar que ahí iba a encontrar mi camino.
No era algo que buscara, pero algo dentro de mí se encendió.
Me fascinó cada pieza, cada detalle, cada brillo…
Era como si hubiera encontrado un lenguaje que siempre había estado buscando sin saberlo.
Ahí supe que eso era lo mío.
No sabía cómo ni por dónde empezar, pero tenía claro que quería hacerlo.
🌸 Los primeros pasos
Cuando regresé a Monterrey, empecé con lo que tenía: ilusión, nervios y cero experiencia.
Vendía en piñatas, en juntas de amigas, en cualquier lugar donde pudiera enseñar las piezas.
No había plan, ni tienda, ni logo… solo las ganas de compartir algo que me había hecho sentir viva.
Cada venta me emocionaba muchísimo.
Cada clienta nueva era una señal de que iba por el camino correcto.
Y poco a poco, sin darme cuenta, eso que empezó como una corazonada se fue convirtiendo en algo más grande.
✨ El inicio de todo
No sabía a dónde me iba a llevar, pero dentro de mí había una certeza:
cuando algo nace desde el corazón, encuentra la forma de florecer.
Así empezó Rosagitana.
Sin planes, sin certezas, pero con una pasión que no se apagó.
Una historia que comenzó con intuición…
y que hoy sigue escribiéndose, una joya a la vez. 💖
